Pegar al maestro
¿Qué es lo que está pasando en la enseñanza? Según la
Consejera de Educación, son solo casos puntuales o aislados, que en ningún
momento deben ser interpretados como la causa común de un desorden al que
atender de manera urgente y decidida.
Esta, que es una posición, dentro de la lógica a la que nos tienen acostumbrados
desde el Palacio de San Telmo (la casa de Chaves y que antes fue del suegro de
Alfonso XII) no puede extrañarnos porque al fin y al cabo en su desdramatización,
está buscando la exageración de otros que, al parecer, no tienen mejor cosa que
hacer que quejarse con casos que, lo justifican, como sería el dejarse insultar
o incluso, pegar.
Pero la realidad es otra y, además, muy dramática y muy distinta. Para empezar,
lo que en la consejera es normal, porque normal es la justificación de su
incompetencia. Lo que clama al cielo es que, quien tendría que ser el máximo
valedor de la comunidad docente, con el rango de inspector, se descuelgue a la
llamada de socorro de los claustros de profesores, con el argumento de que no
son posibles otras alternativas, a la vista del vacío legal que en la actualidad
impera.
Cuando los alumnos deciden pegar a sus maestros y cuando aquellos, que por edad
no pueden, son sustituidos por sus padres, estamos en situación de afirmar,
rotundamente, que la violencia en la enseñanza ha entrado en un callejón sin
salida, sin frenos y sin marcha atrás.
En un primer lugar, porque no existe voluntad alguna ni por parte de los
políticos, ni sus inspectores, ni de los sindicatos, que ya hemos convenido que
sus intereses están muy alejados de una realidad que la soporta, estoicamente,
el profesorado, por lo tanto, en un callejón sin salida.
En segundo lugar porque esto no hay quien lo pare. No es un problema incipiente
aparecido de ayer a hoy. Ya en 1994 a una directora de Instituto, en la barriada
del Saladillo de Algeciras, se le sometió a un acoso continuado de forma que no
pudo, por menos, que presentar su dimisión ante el entreguismo y la falta de
ideas de las autoridades de Educación de la Junta de Andalucía y lo que es peor,
los sindicalistas que han consentido que se haya llegado a esta situación de
hoy. Es decir, sin frenos. Y en tercer lugar, porque la enseñanza tiene como
fundamento existencial la educación en valores y cuando estos se invierten o se
extrapolan, el resultado final es muy diferente al que tiene, como sagrado
deber, que no es otro que el de encauzar, con rigor y con coherencia, a los
alumnos, en la adquisición de conocimientos.
Entonces se generan acontecimientos en cadena, que se inician con la
desautorización al profesor y que se agravan cuando se producen en público.
Consecuentemente crece la moral del alumno que presencia la agresión al maestro
y, éste, ante semejante barbarie, no tiene más opción que abdicar de su noble
misión o continuar como mejor pueda, porque sin respaldo y sin moral, solo puede
aspirar a una jubilación, lo más alejada de un psiquiátrico o de una silla de
ruedas; que todo será factible desde la entrada en vigor de la nueva Ley de
Educación. Es decir, sin marcha atrás.
Ustedes, la autoridad educativa, no deberían aceptar la responsabilidad de un
doble sufrimiento, injusto por innecesario, de profesores y familiares que
soportan una espada de Damocles, pendiente de caer, desde la incertidumbre del
capricho del energúmeno de turno, que decide desde la más flagrante y vergonzosa
impunidad.
Eduardo J.
Andrés Lapeña (algeciras)
Carta
publicada en Europasur digital. |